El sesgo humano supera al pensamiento religioso en muchas circunstancias. El matrimonio homosexual es una decisión de dos hombres homosexuales que han existido antes, durante, y seguirán existiendo después de Cristo. La historia nos muestra que el ejército de Tebas estaba compuesto por esposos que conquistaron y lucharon juntos. El amor entre seres humanos trasciende cualquier religión. Si existe amor verdadero, no es obra del Diablo, sino de Dios, quien, según las escrituras, ordena el amor.
El «diseño original de la familia» es menos común de lo que se cree. Es más preocupante para cualquier persona de corazón noble ver que en la República Dominicana muchas niñas se convierten en madres y las madres solteras son las que predominan en la crianza de los hijos. La pedofilia, la violación, el asesinato, y el incesto son problemas mucho más graves que el matrimonio homosexual. Los asesinatos de mujeres a manos de sus esposos, precisamente porque no existe ese «diseño original», son problemas más urgentes que deben ser abordados por los líderes religiosos. El amor entre dos personas, sin importar su sexo, debería ser un tema secundario.
El desenfoque de los líderes religiosos en temas de menor relevancia los convierte en parte del problema en lugar de ser parte de la solución. El homosexualismo no podrá ser erradicado por los religiosos, por muy extremistas que sean. Estas preferencias y prácticas sexuales existen en la sociedad y también dentro de las propias iglesias. Al igual que los pedófilos y violadores, los retorcidos sexuales existen y seguirán existiendo mientras haya seres humanos. Los pastores deberían concentrarse en problemas más significativos de la sociedad, como la violencia, el crimen y la falta de respeto a la ley.
Los pastores se enfocan en temas que afectan a un segmento muy pequeño de la sociedad y que, además, son asuntos privados entre dos personas. Si la salvación es individual, ¿por qué los pastores se inmiscuyen en la vida de aquellos que prefieren vivir de una manera distinta? Si a un pastor le desagrada el matrimonio homosexual, esas personas seguirán viviendo sus vidas sin necesitar la aprobación del pastor. En una sociedad en caos, con ciudadanos que no respetan la ley y violan las normas básicas de convivencia, los pastores deberían centrarse en problemas más urgentes que la unión de dos personas del mismo sexo que desean compartir sus vidas. Al final, son sus vidas, y tienen derecho a vivirlas como deseen.